Víctimas de nuestra ambición
Máximo rendimiento o autodestrucción
Si la maldita pandemia lo permite, los juegos de Tokio están a la vuelta de la esquina. En unos pocos meses, los mejores deportistas del mundo se darán cita en el evento deportivo internacional más importante del mundo: Los Juegos Olímpicos.
En un ciclo inusualmente alargado de 4 a 5 años, podremos apreciar si se cumple el conocido lema de «Citius, altus, fortus» (más rápido, más alto, más fuerte) propio de esta competición global o bien continúa la ralentización y el estancamiento de los récords mundiales.
Y es que, al igual que cada vez que se cambia la hora del horario de invierno al de verano se produce el debate acera de la conveniencia o no de esa modificación, otro debate recurrente es sobre el límite del ser humano en el rendimiento deportivo y la posibilidad que caiga el interés (y los pingües beneficios) en eventos de este calibre.
La evolución de los resultados
Spiridon Louis fue el primer ganador de la maratón olímpica en Atenas 1896. Su registro, 2h58’50”, es superado por una gran cantidad de corredores a lo largo y ancho del mundo en todas las maratones que se disputan.
Cabe añadir que si se disputa en Kenia, con este tiempo, probablemente quedarás entre los últimos y sólo serás acompañado por otros turistas como tu que han querido «disfrutar» de una maratón entre los corredores más rápidos de la tierra.
La primera ganadora de la maratón olímpica (no os pongáis las manos a la cabeza) fue Joan Benoit en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984. Sí, habéis leído bien: 88 años más tarde. Su tiempo: 2h24’52”.
Los últimos juegos, en Rio de Janeiro, coronaron a Eliud Kipchoge con 2h08’44” y a Jemima Sumgong con 2:24’04”.
Viendo la evolución de estos resultados se podría pensar que la raza humana ha sufrido algún tipo de transformación genética que ha permitido mejorar en casi 1 hora la prestación deportiva de hombres y posibilitar la participación de las mujeres. Y esto obviamente no es así.
Sin ser un experto en la materia, las posibilidades que permiten semejante cambio, no tienen un origen en ninguna mutación genética fruto de la evolución ontogenética de la especie humana. Esta evolución tiene su origen en cuatro fuentes principales.
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Evolución de las instalaciones y el equipamiento deportivo
Si cambiamos de disciplina deportiva y dirigimos nuestra mirada a la piscina olímpica, podremos ejemplificar perfectamente estos cambios.
En los gráficos que adjunto a continuación se puede apreciar la evolución del récord masculino y femenino de los 100 metros libres:
Ambos van bastante parejos si bien en las primeras fases había grandes diferencias producto de cuestiones culturales (viendo esto me están entrando unas ganas de escribir una entrada en el blog acerca de las desigualdades entre hombres y mujeres…).
Bien, a lo que íbamos, en ambos gráficos se puede apreciar que la bajada de tiempos es lineal y periódicamente se produce una bajada drástica en el récord. La duda sería… ¿Nuevos métodos de entrenamiento? ¿Mejoras genéticas? Pues no. Lo siento. La explicación es tan sencillo como corcheras nuevas y piscinas desbordantes para tener un medio acuático con menos turbulencias; introducción de elementos técnicos como el viraje en voltereta; bañadores compresivos de baja fricción;… Pero el ser humano, es el mismo. Por tanto, el mismo potencial de rendimiento.
Si volvemos nuevamente la vista a la maratón, tenemos que Eliud Kipchoge fue capaz de bajar más de 9’ su marca en la maratón. De acuerdo que no estaba homologada pero si viajamos a Berlín, en una maratón oficial, su tiempo final (y récord del mundo) fue de 2h01’39”. Esto fue tan sólo 2 años más tarde. Dejando de lado cuestiones estratégicas de carrera y el uso de liebres o no, la diferencia no sólo se explica por eso sino por la innovación tecnológica de las zapatillas con placa de carbono que ayudan a la propulsión, reducen la fatiga y posibilitan llegar a la parte final en mejores condiciones.
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Evolución del conocimiento en el ámbito del entrenamiento deportivo
Los pioneros del Tour de Francia, durante la disputa de los etapones que la organización preparaba, comían y bebían a voluntad y entre los líquidos utilizados como fuente de hidratación podíamos encontrar vino, cerveza y otros productos alcohólicos.
Con la alimentación sucedía lo mismo: ni geles ni barritas. Productos con un alto contenido en grasas y proteínas eran protagonistas en la dieta.
Obviamente, las ayudas ergogénicas, los batidos recuperadores y los estimulantes legales ni se intuían.En la misma línea se podría hablar de los sistemas de entrenamiento, los dispositivos de control y monitorización de las cargas, los estudios biomecánicos que ayudan a conseguir la máxima eficiencia,… y todo lo que conocemos en la actualidad.
Sin extenderme más en esto, es lógico pensar que esta fuente es de gran importancia a la hora de responsabilizarla de los logros deportivos en relación a nuestros abuelos o bisabuelos.
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Evolución del componente cultural y mental
El deporte profesional ha alcanzado unas cotas de popularidad nunca vistas y los deportistas que participan en los eventos más importantes del mundo se han convertido en figuras públicas de gran relevancia. Esta popularidad ha crecido paralelamente a sus ingresos, que han visto un crecimiento espectacular, al cual nadie es ajeno.
Por ello, las motivaciones intrínsecas que muchos deportistas tenían a la hora de practicar su deporte favorito, se han visto reforzadas por las extrínsecas y en un entorno adecuado, ha supuesto un acicate para que mucha más gente considere esta opción como algo de futuro. Esto ha incrementado la competencia y por ello, se han buscado todas las posibilidades (desafortunadamente legales e ilegales en muchos casos) para alcanzar ese nivel que permite estar en la cúspide del deporte.
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Especialización corporal
Finalmente, una de las fuentes que ha comportado un mayor incremento del rendimiento ha sido la especialización corporal. Y llegado a este punto es cuando lo enlazaré con el titular del artículo acerca de la autodestrucción que esto puede llegar a comportar.
Volviendo al inicio del siglo XX, todos los deportistas que participaban en los JJOO, independientemente de su modalidad deportiva, tenían unos patrones corporales muy parecidos. A medida que el deporte incrementa su presencia en todos los medios y cobra protagonismo, los deportistas están más valorados y por tanto, reciben mayores remuneraciones. Esto comporta que haya una selección natural y que ciertos morfotipos destaquen por encima de otros en cada disciplina deportiva.
Para ejemplificar esto: todos los maratonianos de élite se caracterizan por ser muy delgados, tener unas piernas largas en comparación con el torso y cuanto más finas sean las extremidades, mejor para su rendimiento. Por otra parte, los jugadores de baloncesto, por poner otro caso extremo, necesitan ser como mínimo más altos de 1’90 para poder llegar a jugar en un equipo profesional.
Gracias a esto, o por culpa de esto, «lo raro» se premia en forma de una mejor adaptación a cada disciplina deportiva y por tanto a resultados superiores. Michael Phelps por ejemplo, si utilizara unos pantalones según su altura, le sobrarían 20 centímetros de pierna. En el otro extremo en cambio, un corredor de mediofondo o fondo, pese a medir 20 cm. menos de altura que Michael Phelps podría usar la misma talla de pantalón.
Esto comporta que la gente con «anomalías» corporales que suponen una ventaja competitiva en relación a sus oponentes, destacan más a nivel deportivo y por tanto, muestran el camino para que oponentes o entrenadores busquen ese perfil a toda costa.
El ser humano ha llegado donde ha llegado gracias a su capacidad de evolución y adaptación al cambio. Es ambicioso por naturaleza y competitivo con los recursos. Esto comporta que haya una competencia constante que le permite avanzar (a costa de su autodestrucción como estamos viendo).
A nivel individual y en el ámbito deportivo comporta una búsqueda permanente de sus límites. El máximo rendimiento puede justificarlo todo pese a que se produzcan conductas autodestructivas.
En mi campo profesional como entrenador estoy bastante acostumbrado a encontrarme con perfiles de personas que buscan ese rendimiento a toda costa. Como mi especialidad es la resistencia, el peso corporal es algo fundamental.
Tristemente, la frontera entre un entrenamiento riguroso con un control de la dieta que permita disfrutar de una vida ahora y en el futuro saludable, y un trastorno de la conducta alimentaria está demasiado cerca.
Al igual que se ha limitado el dopaje por peligroso para la salud, debería haber unos criterios respecto a esto. De lo contrario corremos el riesgo que la anorexia y la bulimia sean promocionados también en el ámbito deportivo con la justificación de un resultado deportivo que comportará graves consecuencias a corto, medio y largo plazo.