Recuerdos
Cuando ya no te queda espacio
Gorros de todos y cada uno de los ironmans en los que has participado; medallas de finisher de innumerables carreras; maillots, camisetas, calcetines, medias compresivas y todo tipo de prendas textiles con los colores de determinadas competiciones; algún que otro trofeo; antiguos uniformes de equipos y clubs en los que has militado; zapatillas; mochilas;… en definitiva, mil recuerdos de competiciones deportivas que ya no sabes dónde poner y que ocupan un espacio precioso en tu casa como si de un santuario deportivo se tratara. Que levante la mano al que no le pasa esto.
Me gustaría aclarar sin embargo antes de continuar, que mi intención no es juzgar a nadie ni cuestionar la forma en que uno quiere recordar sus experiencias deportivas vitales.
Mi objetivo es hacer reflexionar desde este artículo, al igual que en anteriores ocasiones con entradas más filosóficas que técnicas, alrededor de los mal llamados «recuerdos».
De este modo podrás desprenderte de aquellas cosas que ya ni te acuerdas de donde están y sobretodo (este si que es un objetivo) dar un toque de atención a organizadores de eventos deportivos para que reduzcan y generen un impacto inferior en el medio ambiente con menos fruslerías que acaban convirtiéndose en un engorro.
Los perros de Pávlov
Seguramente habrás oído hablar de los perros de Pávlov. Este señor nacido en el siglo XIX fue un fisiólogo y psicólogo ruso, premiado con el Premio Nobel de Medicina en 1904 por sus descubrimientos en el campo del aprendizaje. Fue la persona que descubrió el fenómeno conocido como el condicionamiento clásico. Para no extenderme demasiado, explicaré brevemente su experimento y las conclusiones que alcanzó.
Pávlov tenía unos perros a los que les daba comida después de hacer sonar una campana. La conducta de los perros ante la presencia de comida era salivar. Al principio la campana les era indiferente. Sin embargo, a copia de repetir esta secuencia comida – campana, los perros acabaron por salivar ante el sonido de la campana y sin la presencia de comida. Pavlov había descubierto la respuesta refleja condicionada.
Tu campana
Salvando las distancias, puesto que no es exactamente lo mismo, los mal llamados recuerdos que acumulan polvo en las estanterías de una habitación son como tu campana o pretendes que lo sea.
Con su atesoramiento buscas recordar una experiencia asociándola a un objeto, a algo material, tangible, que te permita evocar un lugar, un espacio, un tiempo, un momento personal con sólo percibir con cualquiera de tus sentidos esa sensación.
¿Quién no ha recordado a un antiguo novio/novia al paso de una persona por la calle con el mismo perfume? En el ámbito deportivo sucede exactamente lo mismo con todos y cada uno de los sentidos, si bien algunos tienen mayor potencia que otros. Algunos ejemplos que te sonarán:
- ¿No sientes una punzada en el estómago al oler la tinta de los dorsales, el neopreno o la crema de calentamiento típica?
- ¿No te sientes transportado a algún lugar o momento de cierta carrera cuando escuchas una canción o una lista de reproducción determinada con un orden concreto de sus canciones?
- ¿No te vienen nauseas si tomas una barrita energética o una bebida isotónica que en cierta carrera te sentó como un tiro?
- ¿No te acecha cierta nostalgia cuando ves por las redes sociales cierta competición a la que has asistido?
- ¿No te pones nervioso al tacto de determinada prenda que usas habitualmente en tus competiciones y que la reservas sólo para las ocasiones especiales como si de un buen vino se tratara?
Pero, ¿no te ha pasado también que, al querer evocar cierto recuerdo con demasiada asiduidad, ha dejado de transportarte allí donde pretendías? Y es que como a los perros de Pávlov, la respuesta refleja condicionada acaba desapareciendo a copia de repetirla sin que haya el estímulo primario.
Los recuerdos están en nuestra mente. No nos vamos a olvidar de lo que hemos vivido por no conservar una camiseta, un gorro de látex, incluso las bolsas de plástico de las transiciones de un ironman. No digo que haya que tirarlo pero no hay que volverse loco y ser un fetichista. No caigas en la trampa de querer asociar un recuerdo a un elemento tangible. Viaja a través de tu mente a ese momento, escribe algo en tu diario de entrenamiento, guarda lo que realmente consideres especial, disfruta del recuerdo pero no te encadenes a los «recuerdos».
Personalmente me dan un poco de grima los «museos» y «santuarios» personales con todo lujo de detalles acerca de todas las carreras de algunos pero para gustos los colores. Hay gente que colecciona sellos, monedas, chapas de botellas de cava o sobres de azúcar de países exóticos. Cada cual con sus cosas. Como dije, no pretendo juzgar a quien le gusta esta tendencia coleccionista, pero sí que sería interesante que los organizadores de competiciones fueran menos espléndidos con recuerdos y regalos y de este modo reducir el impacto ecológico y ser más sostenibles. Ya de paso hasta podrían bajar el precio de las inscripciones, aunque esto sería motivo de otro artículo y debate más extenso.