Potenciómetro Stryd y métricas de rendimiento (I)
Sacarle partido a la inversión
La tecnología está bien, pero si no se usa es inútil. Por mucho que tengamos los dispositivos de entrenamiento de última generación, si no los usamos para entrenar mejor, no merece la pena el desembolso.
Reconozco que a veces, uno puede sentirse abrumado por la gran cantidad de métricas que pueden obtenerse con los dispositivos actuales y que ello, puede llevar a la procrastinación. Si además, la información es escasa y en otro idioma, no propicia el esfuerzo.
En esta entrada y las siguientes, voy a intentar facilitar el acceso a todos aquellos usuarios habituales de Stryd que todavía no se han metido en ello, y también, a clarificar conceptos para los indecisos que todavía no disfrutan de las bondades de correr por potencia. ¡Empezamos!
La potencia
Sin duda es la métrica por excelencia por la que nos hemos comprado el dispositivo. Este parámetro nos indica la intensidad de nuestro esfuerzo de forma directa, al igual que nos lo indica el ritmo o la velocidad de carrera.
Es importante no confundir con los parámetros de intensidad indirectos como la frecuencia cardíaca, el nivel de lactato o el consumo de oxígeno (por decir algunos). Estos son la consecuencia de los primeros y a diferencia de ellos, su valor no sirve para clasificarnos en una competición.
Es decir, las carreras no las gana el que saca una media mayor de pulsaciones sino el que saca una media de velocidad o una potencia media más alta en el momento de la disputa de la competición.
La potencia es una variable que hace ya muchos años que se utiliza en ciclismo. El carácter sumamente estocástico del deporte lo ha impulsado de forma irremediable. Uno puede ir volando a 80 km/h sin hacer ningún esfuerzo, rodar en llano con un pelotón a 50 km/h a una intensidad relativamente cómoda o subir un puerto a 10 km/h a una intensidad máxima. Determinar una variable de intensidad y conseguir un dispositivo capaz de medirla fue un hito para el ciclismo moderno actual y la razón por la cual se han alcanzado rendimientos tan elevados.
Para los corredores en general, la potencia permite tener una variable de intensidad que no depende del entorno y que nos da un dato fiable del esfuerzo que estamos haciendo para avanzar hacia adelante. Por ello, cuanto más variable sea un recorrido y más viento afecte nuestra carrera, más necesario será el Stryd para poder regular bien nuestra intensidad de esfuerzo.
Si exclusivamente corriéramos y compitiéramos en una pista de atletismo no tendría mucho sentido tener un Stryd. Al fin y al cabo, los valores de ritmo en un entorno tan controlado como una pista (a menos que esté en un sitio a merced del viento) son perfectamente válidos para controlar la intensidad.
Sin embargo, esto no es lo habitual y a parte, el Stryd, no sólo sirve para manejar correctamente la intensidad sino que es una herramienta muy valiosa para monitorizar las mejoras en eficiencia de carrera y técnica (esto ya lo trataré otro día).
Correr por potencia en lugar de ritmo nos va a permitir controlar mejor nuestro esfuerzo pese a los cambios de pendiente del terreno y la acción del viento y nos dará la confianza para seguir un plan de carrera que optimizará nuestro rendimiento final.
Un ejemplo gráfico de lo expuesto:
Gráfico de la potencia. Hay unos altibajos en el recorrido por causas de tramos técnicos. Los valores de potencia media en el recorrido son de 287 w. La amplitud del canal (la diferencia entre el valor medio, el máximo y el mínimo), como se puede apreciar, es muy pequeña y de ello se deduce que la potencia ha sido bastante constante.
Gráfico del ritmo empleado durante todo el recorrido. Pueden parecer extraños los enormes altibajos que se producen en el recorrido, siendo la velocidad media 12,6 km/h, la máxima 16,8 y la mínima 4,84. La amplitud del canal es enorme. Esto se debe al desnivel, que viene en el gráfico siguiente juntamente con la velocidad y la potencia nuevamente.
Viendo todo lo expuesto, correr por potencia permite regular el esfuerzo perfectamente «pese» a las irregularidades del terreno y meteorológicas que nos modifican el ritmo. Por otra parte, para los que usan habitualmente la frecuencia cardíaca, permite alejarse de la enorme inexactitud de esta variable interna.
Un ejemplo que suelo usar para ilustrar este concepto de ritmo constante es el del ascensor.
Sabemos que para una determinada carrera debemos situarnos con nuestro ascensor en el tercer piso.
Entre muchos aspectos subjetivos (motivación, sobreexcitación, público,…), la pendiente y el viento nos van a mover el ascensor arriba y abajo.
Con el potenciómetro podremos corregir rápidamente esos movimientos, evitando irnos a pisos hacia arriba y pisos hacia abajo. El hacerlo hacia arriba nos está castigando las piernas y nos hace perder rendimiento. No hay que olvidar que subir al piso superior, suele acarrear una bajada de dos pisos, un tiempo de recuperación y volver al piso del que no tendríamos que haber abandonado. E ir pisos por debajo significa que estamos regalando rendimiento.
Por tanto, con el Stryd podemos tener la certeza de planificar una competición, seguir esos valores y competir cuando llegue el momento sabiendo que no nos vamos a quedar vacíos en el peor momento.
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