La ansiedad previa a las competiciones
¿A ti también te atenazan?
En cualquier competición difícilmente encontrarás una persona que no sienta cierto nerviosismo y aprensión frente la situación a la que está a punto de enfrentarse. Y es que el simple hecho de ponerse un dorsal y presentarse a una carrera, genera esa sensación de «¿por qué narices estoy aquí?».
En general, se le da muy poca importancia a esas sensaciones propias de la ansiedad, ya que estamos frente a una situación ciertamente evitable: nadie nos ha puesto una pistola en la cabeza a la hora de venir a competir. Sin embargo, el hecho de trabajar ese aspecto, nos permitirá disfrutar más de todas las competiciones en que participemos.
Sabrás si tienes ansiedad precompetitiva si sufres uno o más de uno de los siguientes síntomas más comunes:
- Preocupación constante por cualquier aspecto de la competición por nimio que parezca.
- Problemas para dormir las noches anteriores y sobre todo la noche previa.
- Cuerpo en tensión permanente con los valores fisiológicos alterados al alza (frecuencia cardíaca, presión arterial,…).
- Dificultad para concentrarse en aspectos intelectuales.
Ciertamente esto es normal, ya que nuestra mente se está preparando para superar una situación estresante. Lo que no es normal es cuando estas sensaciones generan tal grado de malestar que el individuo lo sufre y le condiciona la prestación deportiva.
Miedo y ansiedad son conceptos relativamente cercanos. La diferencia estriba en que el primero aparece y desaparece rápidamente como respuesta a una amenaza inmediata, mientras que el segundo, es la respuesta a unas amenazas menos concretas que solemos imaginar y anticipar que suelen acarrear respuestas más prolongadas en el tiempo.
La ansiedad no es algo que sea totalmente indeseable. Personalmente (y me consta que no soy el único), si voy a una carrera sin ese punto de ansiedad, quizás sería mejor que no fuera, ya que no voy a dar el 100 %. No en vano, la ansiedad es el mecanismo natural por el cual cada persona se prepara para enfrentarse a una situación que potencialmente es de peligro.
Por suerte, ya no estamos en la época de los mamuts y no nos va la vida en ello, pero las competiciones vendrían a ser lo mismo pero trasladado a la época actual.
La diferencia fundamental entre aquellas personas que viven las carreras de forma mentalmente saludable son las que son capaces de modular su respuesta natural frente a la situación estresante mediante la experiencia, el conocimiento y la anticipación de que realmente nada malo puede suceder.
Los que las viven de forma totalmente opuesta son los que no pueden poner freno a esos pensamientos negativos, generando una situación de ansiedad persistente y dominante que perturba todo su contexto y su conducta. Así pues, respuestas fuera de tono, descontrol en las emociones, mala gestión del tiempo, falta de concentración a la hora de preparar el material,… son comunes.
El problema de la ansiedad es que las personas que sufren este trastorno, tienden a reforzar los enlaces que dan lugar a estas respuestas indeseadas y por tanto, se vuelven más frecuentes y potentes. Por suerte, el cerebro es capaz de reorganizarse con facilidad y romper esos patrones para establecer una seria de conexiones que rompan el círculo vicioso de la ansiedad.
Para empezar a romper esos patrones y crear unos nuevos, hay que volver al punto inicial en la vida de cualquier deportista. Primero de todo, seguir un plan de entrenamiento que nos dé la seguridad que la preparación física y técnica que exige la competición, es la más adecuada. En segundo lugar, visitar un nutricionista que nos dé pautas para aprender a gestionar correctamente comida y bebida en nuestro día a día y durante la competición. En tercer lugar, y obviamente cuando estamos tratando un tema mental, visitar un psicólogo especializado en la actividad física que nos dará las herramientas esenciales para trabajar esas debilidades.
Quizás piensas que no eres un deportista profesional que no necesitas todo esto y que con tu rutina y tus nervios, ya te vale para competir. Si piensas así, seguro que no tienes esos ataques de ansiedad.
Si por el contrario, piensas que merece la pena, no lo dudes. La actividad física es un campo que tiene una transferencia directa en todos nuestros ámbitos personales y por tanto, si somos capaces de mejorar un aspecto directamente relacionado con la actividad física, podremos trasladarlo a todas nuestras situaciones cotidianas y beneficiarnos por ello de forma indirecta de nuestro cambio de paradigma frente las competiciones.