Gestión de la intensidad con Stryd
Ejemplo práctico sobre el uso de Stryd
Siguiendo la línea de entradas anteriores de carácter teórico-práctico y viendo la buena acogida de este tipo de artículos, hoy voy a poner un ejemplo del uso del potenciómetro para correr Stryd y lo fácil que es gestionar la intensidad del esfuerzo con este dispositivo.
Antes de empezar os pongo en contexto, puesto que en el tema intensidades, el contexto es MUY IMPORTANTE. Y éste sería gráficamente como sigue:
315 vatios es la referencia clave por encima de la cual el ritmo es un infierno y por tanto, insostenible, y por debajo, es donde se desarrollan la mayoría de actividades competitivas de resistencia.
Las zonas de entrenamiento las podéis ver a la derecha y como apreciaréis, se basan en esa referencia de potencia crítica de la izquierda que se autocalcula gracias al software asociado al Stryd en su PowerCenter.
A partir de este contexto, hoy he salido de casa a hacer un entrenamiento de carrera. Este entrenamiento tenía por objetivo trabajar lo que se conoce como el «SweetSpot». Esto vendría a ser un entrenamiento de ritmo continuo a una intensidad para disfrutar, ni muy lenta ni agónica.
El objetivo era completar un entrenamiento más eficiente que una carrera continua de ritmo lento pero sin pasarme, para de este modo aprovechar el poco tiempo disponible que tenía y poder entrenar al día siguiente en un buen estado.
El objetivo por lo tanto era mantener un nivel de intensidad entre la zona 2 alta y la zona 3 baja que correspondería a unos 280 vatios aproximadamente.
A continuación os paso el gráfico de esa variable:
Si os fijáis, la línea de la potencia es bastante plana y consigo mantenerla casi siempre al 90 % de los 315 vatios de referencia. De hecho, debajo, podéis ver iluminado que el valor de potencia media del entrenamiento ha sido de 280 vatios y por tanto, objetivo de intensidad conseguido.
A continuación os adjunto la línea de la frecuencia cardíaca:
Nuevamente, si os fijáis, la línea de la frecuencia cardíaca es bastante plana (como no podía ser de otra manera, si mantenemos la potencia constante) y al final del entrenamiento, acabo con 151 pulsaciones medias.
El siguiente gráfico ya da mucho más juego: la velocidad o ritmo:
Este sí que sufre altibajos y se puede apreciar como en ciertos momentos tengo puntas de 3’35” el 1000 y otros que incluso el ritmo cae a 8’38” el 1000.
¡Y todo ello manteniendo la potencia y la frecuencia cardíaca constante!
Es decir, que pese a estos cambios en la velocidad, como mantengo la potencia constante, la intensidad del esfuerzo se sostiene y por tanto, no hago sufrir a mi cuerpo más de la cuenta con ritmos por encima de mi capacidad de limpieza de lactato o regalo rendimiento con ritmos más lentos de los que puedo mantener.
Algunos os preguntaréis a qué se deben estos cambios. Muchos ya lo habréis adivinado. Es el desnivel. Aquí lo podéis apreciar:
12 km de entreno con 224 metros de desnivel. Para una carrera trail no es nada, muchos dirían que es una carrera llana, pero no se trataba de esto sino de ejemplificar lo fácil que es regularse cuando miras los vatios en lugar de los ritmos o la frecuencia cardíaca.
A razón de esto recuerdo una vez una carrera que uno vino al acabar y me dijo: «Corres raro. Vas lento en las subidas y rapidísimo en los llanos y las bajadas. En cada subida te adelantaba y cada vez me costaba más pillarte. Al final ya no te he visto más hasta la meta».
Era el Stryd amigo mío.
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