Poniendo el foco donde realmente importa

Reduce tu ansiedad y alcanza tu mejor versión

3 de agosto de 2020

Mi trabajo (por fortuna) no sólo consiste en la programación de entrenamientos hasta alcanzar un pico de forma y poder competir en una competición con el mejor rendimiento.

La figura del entrenador es mucho más que eso, ya que esa programación tiene que tener en cuenta la compleja dimensión de cada persona y sus circunstancias.

Por ello, el analizar los requerimientos de determinado deporte, estudiar las especificidades de cada competición, valorar las capacidades físicas del deportista y determinar qué hay que trabajar para alcanzar esos factores de rendimiento, es algo básico y fundamental, pero no lo único. Y es que el deportista no es una máquina y está influenciado por innumerables variables que lo hacen especial y único.

En teoría del entrenamiento estudiamos que hay un principio que se llama el de la individualización y como el mismo título indica, es el que «te obliga», si quieres hacer las cosas correctamente, a dosificar la carga del entrenamiento específicamente para cada deportista en cada momento.

Cuando uno estudia en la universidad sin embargo, no se da cuenta realmente de la complejidad y profundidad que ello comporta, ya que no sólo se trata de si puedes hacer 10 series de 1000 a 3’30” (corriendo), 20 series de 100 saliendo a 1’20” (nadando) o 2 series de 20’ a 300 vatios (en bicicleta). Es mucho más y va más allá de la dimensión física, de rendimiento. Sería algo así como un iceberg, que lo que no se ve, es realmente lo más grande.

El principio de la individualización tiene una dimensión mental y ésta nos influirá sobremanera en el día a día. Esta influencia va de cómo se afrontan los entrenamientos, cómo se asimilan día tras día, con sus efectos cuando vemos que se obtienen (o no) resultados en competición, de la capacidad de persistir año tras año, de renovar el reto para mantener la motivación, de la capacidad y las ganas de superarse,…

Es por esta razón que el trabajo de entrenador es tan apasionante, ya que toda esta complejidad te estalla en la cara cuando un deportista te viene con sus problemas personales, sus dudas e incertidumbres, su ansiedad, el miedo al fracaso, la falta de motivación,… Y lo más curioso de todo es que miras su calendario de entrenamientos, sus valores de rendimiento y los datos más objetivos, y está en la línea deseada.

Desde que nacemos nos evalúan constantemente. De hecho, tan sólo salir del vientre materno (esto lo sabrán los que ya han sido padres), ponen una nota a nuestra hija o hijo en función de unos ítems médicos. Posteriormente, cada visita al pediatra supone un análisis de las curvas de crecimiento para ver si está dentro de los estándares y si ha subido o ha bajado de percentil a medida que va creciendo.

Vamos creciendo y continuamos con la evaluación hasta que llegamos a adultos. En nuestra sociedad se suele asociar éxito con posesiones materiales y las comparaciones son frecuentes. Paradójicamente, todo el mundo suele estar de acuerdo en que las comparaciones son odiosas. ¿O es que sólo es una frase hecha desde la más absoluta hipocresía?

Personalmente, creo que las comparaciones son positivas, pero con uno mismo. Por tanto, parafraseando el título, debemos poner el foco donde realmente importa.

Este proceso es ciertamente cómo el discurrir por un camino. Empiezo en un punto (nivel de competencia inicial) y voy marchando hasta llegar al punto final (que puede ser una competición o bien un estado físico). Y de ahí continúo andando sin un final definido hasta que nos llega el descanso eterno.

Compararse de forma patológica en este camino con otros no aporta más que ansiedad e infelicidad. ¡Y lo peor es que ahora mismo uno puede compararse por todo!

Desde los seguidores y los «me gusta» de una publicación que tiene un deportista en las redes sociales; la complejidad de los ejercicios que realiza en vídeos espectaculares; el físico espatarrante; lo bien que cocina/come; la casa y el coche que tiene; y hasta la cantidad y calidad de los espónsors.

Poner el foco en otros para ver tu grado de éxito es un terrible error. Siempre habrá gente más fuerte, más lista, más guapa, más influyente,… más lo que sea. Por ello, lo más importante es poder evaluarte a ti contigo, valorar objetivamente los logros conseguidos y los que están por conseguir, trazarte el camino e ir a por ello. Desde mi punto de vista sólo así conseguirás explotar al máximo tus capacidades y lo harás de forma mentalmente saludable.