Fisiología básica del ejercicio de resistencia

El sistema neuromuscular

25 de noviembre de 2019

Los movimientos voluntarios del cuerpo humano se producen gracias a la contracción/relajación muscular generada por estímulos nerviosos. Estos estímulos funcionan de forma binaria (activan o no activan) y la fuerza del músculo no depende de la intensidad del estímulo sino que depende de dos factores:

  1. La sección de las fibras musculares que se activan con el estímulo o dicho de forma simple, lo grande que sea el diámetro del músculo. A mayor sección, mayor fuerza.
  2. La cantidad de fibras musculares que se activan con el estímulo de forma simultánea (o lo que técnicamente se conoce como la capacidad de reclutamiento de la motoneurona). Cuanto mayor reclutamiento, mayor fuerza.

Sabiendo esto, cuanta más masa muscular tengamos y mayor capacidad para movilizarla al mismo tiempo, mayores niveles de fuerza aunque conviene puntualizar, que en actividades de resistencia, el ratio peso/potencia cobra una relevancia capital. Por ello, mayor masa muscular puede representar mayores niveles de fuerza pero menores niveles de rendimiento, especialmente cuando hay que luchar contra la gravedad. Sin embargo, mayores niveles de reclutamiento siempre supondrán mayores niveles de rendimiento. De las anteriores afirmaciones se puede deducir hacia dónde deberá ir dirigido el trabajo de fuerza durante los entrenamientos: reclutamiento antes que hipertrofia.

El rendimiento en las actividades de resistencia relacionado con el sistema neuromuscular, es el resultado del trabajo realizado con los músculos implicados en el movimiento técnico de cada actividad deportiva. Una bajada de rendimiento se explica por una caída en la capacidad de producir fuerza que tiene su origen a nivel central (en el sistema nervioso) y/o periférico (en el sistema muscular) y que se puede concretar, de forma aislada o simultánea en:

  1. Fatiga central
    1. Menor capacidad para reclutar de forma simultánea las fibras musculares. Por tanto, menos fibras trabajando al mismo tiempo, menos fuerza y menor amplitud de movimiento.
    2. Menor frecuencia de estímulos eléctricos. Por tanto, menos llamadas a las fibras para que trabajen, menor frecuencia de contracción y menor frecuencia de movimiento.
    A modo de ejemplo claro al respecto, la fatiga central es lo que nos provoca que cuanta más distancia hayamos corrido en cierta carrera o entrenamiento, menor longitud y frecuencia de zancada, con lo que a igual número de pulsaciones, menor velocidad.
  2. Fatiga periférica
    1. Alteraciones en la recepción del mensaje eléctrico que generan perturbaciones en el proceso de contracción/relajación muscular.
    2. Caída de la capacidad intrínseca de las fibras musculares para generar fuerza.
    Otro ejemplo clarísimo que más o menos hemos sufrido todos en cuanto a la perturbación del mensaje eléctrico serían las rampas provocadas por la deshidratación. Estas provocan contracciones indeseadas de forma involuntaria que no permiten ejecutar los movimientos correctamente ni con la intensidad deseada.

De forma generalizada, todos los practicantes de actividades de resistencia suelen basar todo su entrenamiento en el trabajo del sistema cardiovascular, desestimando cualquier tipo de sesión relacionada con la fuerza y la velocidad. Y esto es un error. Se ha demostrado que el trabajo de estas dos cualidades físicas mejora el rendimiento en las actividades de resistencia gracias a una mejora de los mecanismos de transmisión de las órdenes nerviosas con lo que hay una contribución directa en la economía de los movimientos.

A nivel práctico, y gracias a la tecnología actual, podremos evaluar estos niveles de fuerza y eficiencia y la evolución que los entrenamientos generan en estos valores. Ello nos llevará a mejorar nuestro proceso de entrenamiento y a un mayor aprovechamiento de nuestras sesiones de trabajo.