No todo se reduce al consumo de calorías
Olvídate de contar KCAL
Entrenamiento y calidad nutricional
Acabo de llegar a casa después de un extenuante entrenamiento (como muchas veces procuro hacer en mis días de fiesta).
En mi dispositivo de entrenamiento veo el resumen de la actividad y las cifras son llamativas. Mucho tiempo, mucha distancia, mucho desnivel y una ingente cantidad de calorías quemadas.
Sin darle más vueltas y con una sonrisa de satisfacción me meto en la ducha pensando en cómo me gusta esta dulce sensación de cansancio.
Pero es todavía con el cabello mojado y mientras me preparo la comida de recuperación que en mi cabeza resuenan las cifras con las calorías quemadas, lo que he comido durante la actividad, lo que voy a comer ahora y la lucha sin cuartel con la báscula para estar en el peso óptimo para las próximas competiciones.
Y la pregunta:
¿Cómo puede ser?
El pulsómetro me marca que he gastado 3500 Kcal durante las 5 horas que he estado pedaleando. Me las ha calculado además con la máxima fiabilidad, mediante el potenciómetro y ajustando correctamente los valores de umbral de potencia funcional.
Durante las 5 horas he comido tres barritas energéticas de 224 Kcal/u. y dos geles con 104 Kcal/u. Total 880 Kcal. En el bidón llevaba tan sólo sales minerales con 0 calorías. Hoy no me he parado en la pastelería de rigor que las carreras se acercan y hay que afinar. Por tanto, haciendo cálculos, si he quemado 3500 y he ingerido 880 Kcal, he generado 2.620 Kcal de déficit.
Según esto ahora me podría comer 5 paquetes de galletas Petit Ecolier de Lu (511 Kcal/paquete), 18 yogures OIKOS de Danone (144 Kcal/unidad) o 5 tabletas de 100 g. de chocolate negro Lindt 85 %, por decir algo (cualquiera de las 3 cosas están entre mis preferencias personales) y quedarme igual, o bien comer correctamente y debería ser fácil conseguir el maldito afinamiento.
A juzgar por el plato que tengo delante, complementado de postre con una ínfima, y añadiría ridícula y a todas luces insuficiente para mi gusto, porción de lo que según mis cálculos anteriores podría comer, parece que no haya hecho más que saltar de la cama a la mesa y poca cosa más.
Por añadidura, si la comida en cuestión no la hago sólo y tengo a mi alrededor gente no deportista, te sueltan aquello tan típico del: “tu puedes comer lo que quieres que lo quemas todo”.
Y resulta que el chuletón con patatas fritas y el pastel de postre con chupito incluido se lo están metiendo ellos entre pecho y espalda. Y sí, están con sobrepeso, pero tampoco tanto como lo que cogerías tú si comieras como ellos.
¿Te suena todo esto que te explico?
Seguro que sí. Y es que esta caricaturización de un hecho habitual no quita que lo aquí arriba escrito no sean verdades como puños. Por ello, me he puesto a indagar para poder arrojar un poco de luz sobre las calorías.
La sabiduría popular afirma que si consumes menos calorías de las que gastas, te adelgazarás y en caso contrario te engordarás. Como si fuéramos una cuenta corriente. Fácil, ¿no? Pues, ¡falso!
Lo verdaderamente importante en la alimentación no es tanto la cantidad de calorías sino la calidad nutricional del alimento. No es lo mismo ingerir 500 calorías obtenidas de un plato de ensalada de quinoa con verduras y garbanzos que las mismas calorías extraídas de un paquete de galletas o una cerveza con patatas bravas.
Las primeras te van a permitir resistir sin sufrimiento alguno hasta la hora de la merienda o incluso la cena, mientras que las segundas, sólo levantarte de la siesta te va a entrar el hambre.
Y es que el efecto hormonal que provocan en el organismo no tienen nada que ver y la industria alimentaria lo sabe perfectamente. Por eso añaden azúcares combinados con grasas de una adicción que raya la que provocaría cualquier droga ilegal. Nuestro metabolismo nos está jugando una mala pasada y pensamos que los culpables somos nosotros por no poder ser lo suficientemente fuertes ni tener la voluntad para resistir los cantos de sirena de un helado o una tableta de chocolate.
Lo más recomendable por tanto, sería dejar de mirar la cantidad de calorías que consumimos entrenando y las de las etiquetas de los productos del supermercado. Ve al mercado. Compra limpio. Esto es productos nada procesados, integrales, con una alta densidad nutricional (muchos micro/macronutrientes en relación a la cantidad de calorías).
Hacer esto te permitirá mejorar la calidad de tu entrenamiento puesto que recuperarás antes y descansarás mejor. Por tanto, optimizarás tu rendimiento. Por otra parte, el hecho de comer mejor te permitirá adoptar conductas realmente saludables respecto a la comida, dejando de lado conductas compulsivas producto del síndrome de abstinencia generado por el azúcar y las grasas de los alimentos procesados o ultraprocesados. Esto permitirá alcanzar mejor tu peso de forma, tu índice de masa corporal y no tendrás que cargar con peso extra en forma de grasas.
Ah! La última recomendación… Si no eres capaz de seguir esta directriz básica, ve a una dietista. Son las profesionales mejor indicadas para poder ayudarte. No en vano, es su trabajo y han estudiado para ello. Olvídate de las dietas milagro y los batidos. No son una opción válida.