Tejidos bajo el mismo patrón
Rasgos comunes de los deportistas de resistencia de alto rendimiento
Seguro que os suena esa típica situación en la que, entrenando con más gente en el día a día, no hay nadie del grupo que destaque en particular. Sin embargo, una vez en competición, se registran grandes diferencias en el resultado final que para nada se ven reflejadas en las sesiones cotidianas de entrenamiento.
Pero… ¿Por qué se produce este efecto? ¿Qué es lo que hace que unos logren resultados superiores frente a otros con prestaciones similares en situaciones de entrenamiento? ¿Y por qué unos logran una estabilidad de resultado altísima y otros son tan irregulares?
La respuesta está clara. El factor mental es crucial.
El factor mental
El instinto competitivo es algo muy propio de cada individuo. Simplificando (perdón amigos psicólogos por la comparación) vendría a ser como los carnívoros o los herbívoros en el reino animal. Los primeros van a por su presa. La persiguen con ahínco, dándolo todo y focalizándose de forma obsesiva con su premio. Los segundos reaccionan. Huyen. Actúan para sobrevivir pero no para ganar, porque lo que necesitan está a su alcance de forma fácil con simplemente bajar la cabeza al suelo.
La ventaja es que el instinto competitivo se puede trabajar y por tanto, podemos hacer que se sitúe en la justa medida que nos permita rendir en las mejores condiciones. Por la otra parte, en el reino animal, no vería yo demasiado clara la transformación de una cebra persiguiendo una gacela como si se tratara de un guepardo.
El papel del psicólogo deportivo es fundamental para poder acometer este entrenamiento mental y alcanzar un estado óptimo que evite cegarnos por exceso y rendir menos de lo esperado por vivir con congoja la situación competitiva.
No soy para nada un fan de Cristiano Ronaldo pero admiro de él su competitividad. El hecho que se enfade cuando lo substituyen puede ser visto por muchos como una falta de respeto hacia sus compañeros. Yo no lo creería. Podría afirmar que sin temor a equivocarme, está tan centrado en ser el mejor y ofrecer su mejor versión, que el enfado no va hacia afuera sino hacia dentro. Al porqué no lo ha podido hacer mejor para que el equipo obtenga el mejor resultado. De hecho, si uno se fija en la reacción de los compañeros, no ven ese enfado como algo negativo y por tanto, malo para el equipo. ¡Al contrario! Si el mejor del mundo (después de Messi) tiene semejante nivel de autoexigencia, ¿cómo no voy yo a exigirme para ser mejor jugador?
Ser consecuente
Cuando Nuria Picas ganó la UTMB contra todo pronóstico después que muchos la dieran ya por acabada, fue resultado de una coherencia entre sus deseos y sus actos. Para conseguirlo no repitió fórmulas de años anteriores que «casi» le habían llevado al éxito sino que cambió cosas teniendo presente la famosa cita de Albert Einstein que dice: «De locos es esperar resultados diferentes haciendo las mismas cosas».
Ella deseaba llegar primera a Chamonix después de una vuelta al Mont Blanc y puso todos los medios que tenía al alcance para conseguirlo, aunque eso supusiera un esfuerzo supremo de cuidarse la alimentación como nunca, entrenar mejor y reducir la aparición en competiciones menores.
Este eje deseo-acto es fundamental en cualquier deportista de élite o que busque alcanzar su máximo rendimiento. Y no es un binomio sencillo, puesto que el deseo comporta muchos actos que condicionan la vida hasta el punto de tener que dedicar cuerpo y alma a todo lo que uno tiene en su mano para alcanzar el deseo. Muchos tildan a los deportistas de élite de ser unos egoístas supremos. Quizás sí. Pero no todos lo son ni lo viven de la misma forma.
Tener capacidad de adaptación
En el pasado Tour de Francia, tuvimos la ocasión de disfrutar de un proceso de adaptación de un corredor con una calidad incontestable que, a priori, no contaba como candidato para ganar la ronda gala y que al final, después de muchos días de lucha, acabó cediendo el liderato a un Egan Bernal espléndido.
Julien Alaphilippe estuvo de amarillo mucho más de lo esperado. Perdió el liderato y lo volvió a recuperar con rabia al día siguiente. Lo luchó más que nadie pese a saber que en los puertos largos lo tenía muy complicado. Pero se lo creyó durante muchos días. Tuvo los arrestos para adaptarse a unas circunstancias físicas adversas aprovechando al máximo su potencial y jugando con el factor mental. Para ello, se quitó de encima la etiqueta de sprinter de clásicas con final en alto y luchó adaptándose a las situaciones que le venían a diario ya fuera en forma de puertos o en forma de rivales.
Esa capacidad sólo la tienen grandes deportistas y es justamente lo que permite que cada uno viva con normalidad las diferentes vicisitudes que se suceden en competición, para adaptarse mejor que los rivales y conseguir mejores resultados.
Persistencia y consistencia
Las actividades de resistencia, ya sea entrenando o compitiendo, son acciones repetitivas encadenadas unas detrás de las otras. El aburrimiento, el hastío, el no saber porqué se está haciendo esa determinada actividad, el decirse a uno mismo que no va a poder, el creer que los demás son mejores,… son sabotajes mentales frente a los que uno puede claudicar o bien bloquearlos y arrojarlos a los rivales para que les pesen a ellos en lugar de a uno mismo.
Pau Capell, cuando ganó la UTMB el año pasado fue como un martillo pilón que machacó a sus rivales. De salida impuso un ritmo altísimo que sabía, gracias a la consistencia de sus entrenamientos, que podría mantener y persistió de principio a final hasta alcanzar la victoria.
En su situación, yendo líder de la carrera, puede parecer sencillo ser persistente. Pero esto no es así para nada. A menudo hemos visto corredores ir líderes durante muchas horas para acabar cayendo en el tramo final por una debilidad mental producto de la presión que uno siente a causa de los perseguidores. La línea de meta no llega nunca y el premio que crees que es tuyo está en peligro. Persistir permite aguantar líder o bien permite a los cazadores que van detrás ponerte las cosas complicadas. Ahí es más sencillo persistir. Vendría a ser como el asno que tiene la zanahoria o el que la persigue.
Inteligencia
Las carreras de resistencia son competiciones en las que la gestión de los recursos propios y la respuesta frente a los acontecimientos externos es fundamental. Si además le añadimos la incertidumbre del medio, esto hace que responder correctamente nos conduzca directamente al éxito o al fracaso.
Un claro ejemplo paradigmático sobre un uso exitoso de la inteligencia me transporta a la carrera ciclista Omloop Het Nieuwsblad del 2015, cuando Ian Stannard se llevó el gato al agua pese a que sus compañeros de escapada eran 3 corredores del mismo equipo (Tom Bonnen entre ellos).
Brutales
Los deportistas de élite también se caracterizan por ser brutales consigo mismos, tanto en competición como en los entrenamientos y tienen un deseo ardiente de alcanzar la gloria sin que nada ni nadie se interponga en su camino.
Este calificativo es el que podría usar para calificar lo que hizo la temporada pasada MVP en la Amstel Gold Race. Ver para creer. Me gustaría saber qué valores de potencia alcanzó durante esos últimos kilómetros gloriosos y hasta qué límites de lactato y frecuencia cardíaca empujó su cuerpo mediante un instinto ganador inigualable.