Corriendo en la cinta
La versión sofisticada de correr como un hámster
En la época invernal muchos son los que circunscriben su actividad de entrenamiento a entornos cubiertos. El frío y la oscuridad son los dos motivos principales que esgrimen los más aficionados a esta forma de trabajo. La efectividad y el control preciso de los cambios de ritmo son otros motivos más para desestimar salir al aire libre y correr de verdad.
Personalmente, la cinta no es santo de mi devoción. Correr es una actividad que, por mucho frío que haga, siempre se puede practicar con el equipamiento adecuado.
Las velocidades que se alcanzan de forma sostenible no son suficientemente altas como para sufrir las consecuencias de la combinación entre bajas temperatura y viento.
Por otra parte, si hay precipitación, no tendremos tampoco problemas para que, con un buen impermeable, podamos realizar el recorrido habitual que hacemos en manga corta y pantalón corto en épocas del año menos rigurosas. Paradójicamente, podemos llegar a sufrir más frío cuando llueve a 3-4 grados de temperatura que nevando a temperaturas negativas, necesitando mayor protección en el primer caso que en el segundo.
Por otra parte, en la vertiente psicológica, puedo afirmar que la cinta es una taladradora de cerebros. Es subirse en una y automáticamente el tiempo parece que se ralentiza. Vas mirando el cronógrafo y puedes ver como los segundos van cayendo con parsimonia. Puedes engañarte a ti mismo con series y trabajos más o menos variados pero a medio/largo plazo, no es una buena idea basar los entrenamientos en este aparato. El esfuerzo de motivación que representa seguir un plan de entrenamiento en semejante máquina de tortura, pasa factura.
Pero además, por si todos estos argumentos no te han convencido para que te compres un frontal y salgas a correr pese a la oscuridad, correr en la cinta no es lo mismo que correr en la realidad. A continuación te detallo las diferencias más importantes que, a buen seguro, ya las has percibido si eres de los que tienen que echar mano de la máquina de marras.
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La reactividad del suelo
La cinta tiene un rebote que amortigua tu pisada y tu impulso. Por ello, en cada paso estás perdiendo fuerza y por tanto, capacidad de impulsión para lanzar tu cuerpo hacia adelante, reduciendo la longitud de tu zancada y por tanto, por el mismo gasto energético, disminuyendo tu rendimiento. Esto puede provocar esa sensación que uno tiene de ir mucho más rápido que la velocidad que marca la pantalla de la máquina.
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La velocidad de la cinta no es fiable respecto la velocidad que realmente estás desarrollando
Con cada impacto en la cinta, estamos frenándola y el motor trabaja para volver a relanzarla hasta el siguiente impacto. Por ello, marca una velocidad superior a la que realmente vamos. Por esta razón, si estamos trabajando para una carrera en función de los ritmos, no será una buena referencia para después extrapolar ese trabajo con esos ritmos al ritmo de competición.
Igualmente, a medida que la máquina se va calentado puede suceder que la fricción disminuya y el motor se mantenga constante pero la velocidad no lo sea. Por ello, una carrera que a priori puede empezar suave acabará a un ritmo más exigente. Si estamos en ritmos cercanos al umbral, esto es crucial para poder acabar el entrenamiento programado o claudicar en el intento, con la mala sensación de tener que dejar el entreno inacabado.
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Dos cintas de la misma marca y del mismo modelo pueden comportarse de forma diferente
Dependiendo del uso, de los kilómetros que hayan recorrido, del mantenimiento que hagan los responsables del gimnasio,… pueden ir a velocidades «iguales» de contador pero en realidad van diferentes. Esto compromete el entrenamiento una vez más si estamos guiándonos por el ritmo si no podemos utilizar siempre la misma cinta.
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El calor influye en la fatiga
Cuando corremos, nuestro propio desplazamiento genera una velocidad del viento de magnitud igual a nuestra velocidad pero en dirección contraria. Ello nos permite refrescarnos y ser más eficientes en la termorregulación corporal. El hecho de correr en la cinta hace que estemos parados en el mismo sitio y por tanto, nuestro radiador (léase superficie corporal) no recibe el aire que generamos. De este modo, el organismo debe incrementar la acción termorreguladora para disipar el calor que se va acumulando y el rendimiento se ve menguado.
Por todo ello, mis recomendaciones en relación a las máquinas de correr son, a parte de evitarlas y correr al aire libre siempre que se pueda:
- Utilizar un dispositivo de entrenamiento de control de la intensidad externo al propio de la máquina. El potenciómetro STRYD es lo mejor. Una banda de frecuencia cardíaca también sirve aunque deberemos tener en cuenta que a medida que nos vayamos acalorando, el esfuerzo para disipar el calor, también nos elevará la frecuencia cardíaca.
- Utilizar una máquina profesional de un gimnasio. Una cinta en casa es un dispendio. Valora cuántas cuotas tienes pagadas por el precio que cuesta una. Y no sólo eso, con la cuota del gimnasio tienes muchas más cosas que una sola cinta. Además, si te cansas del gimnasio, te das de baja y listos. Si te cansas de la máquina, deberás endosarla a algún otro inconsciente.
- Si no tienes más remedio que entrenar en la cinta, equípate como si tuvieras que correr en pleno mes de agosto y deja al alcance de tu mano una toalla y una botella con bebida isotónica para irte rehidratando. Un ventilador grande delante de la cinta que te vaya refrescando es buena opción también si es posible.
- No te pongas a correr en la cinta sin tener un entrenamiento pautado. Correr por correr en una cinta es el grado máximo de masoquismo. Con un objetivo claro verás que será más fácil acabar satisfecho una vez hayas acabado.
- Evita entrenamientos continuos. Procura realizar cambios de ritmo y de pendiente que sean de corta duración (de 30” hasta los 3’ como máximo). La variabilidad hará que el entrenamiento pase más rápido al estar focalizado en el siguiente período (corto) y no en el total del entrenamiento.
- No mires la televisión, veas series, leas revistas o estés con tu atención fuera de la propia de la actividad que estás realizando. El efecto del entrenamiento es inferior si te evades de lo que estás haciendo.
- La música es una herramienta que bien utilizada puede ser una fuente de motivación. No pienses en ella como una forma de evasión como las anteriormente mencionadas sino en una forma para forzar ritmos, cadencias y entrenar más duro.