Logro y fracaso

Motores de la motivación

1 de febrero de 2021

He perdido la cuenta ya de las entradas que he escrito en el blog acerca del componente mental de la actividad física y el entrenamiento de la resistencia. Perdonadme amigos psicólogos del deporte, y en especial mi amigo P. Font, por meterme en un campo que por no ser específicamente el propio, no tenga algo que decir.
Pero es que por definición, la resistencia es una cualidad física y psicológica que permite mantener la intensidad del ejercicio durante el mayor tiempo posible. Por tanto, el componente mental forma parte de la ecuación y por ello, no debe menospreciarse lo más mínimo a la hora de buscar máximos rendimientos.

El mantenimiento de la intensidad y la típica sensación de sufrimiento provocada por un ejercicio de resistencia más o menos intenso/prolongado, parte de la motivación del individuo por sostener esas «malas sensaciones» corporales, en aras de «buenas sensaciones» en otro ámbito superior al corporal y un premio final con la finalización de la actividad.
Desde mi punto de vista, esto es clave para entender cómo una persona puede someter su cuerpo a un castigo de muchos días, pedaleando para cruzar el continente americano, como hizo Javier Iriberri en la RAAM de hace unos años. O cómo Núria Picas fue capaz de sufrir lo indecible para conseguir su ansiada victoria en la UTMB. O en actividades más intensas, cómo Claudia Galicia luchó en un agonizante kilómetro vertical en Arinsal, cuando ganó el Campeonato de Europa de Skimo. Sin el factor mental no se entiende.
Pero, ¿Qué es lo que nos lleva a entrenar para poder alcanzar ese grado de excelencia y optimización de los recursos fisiológicos que nuestra genética nos ha brindado?

La necesidad del logro y el miedo al fracaso son los dos motores principales que nos empujan para entrenar a diario. Ambos conceptos se entrelazan en función de la personalidad del individuo, las experiencias y las circunstancias. Como resultado, se obtiene un perfil individualizado, instantáneo y permanentemente actualizado en función de todos los inputs que recibe un deportista.
Conviene remarcar que estos inputs provienen de orígenes variados, que pueden ir desde las sensaciones propias en la ejecución de los entrenamientos, hasta la información que recibimos de nuestros rivales en las redes sociales, entre muchísimas otras. Todo ello, formará una amalgama que condicionará esa proporción de necesidad de logro y miedo al fracaso que nos impulsará en nuestras acciones.

Cada deportista vive de forma diferente esa proporción entre necesidad de logro y miedo al fracaso, si bien pueden establecerse ciertos perfiles «típicos» en relación a estos.

Uno de los perfiles que es más complicado gestionar son los que perciben las competiciones como una amenaza. El miedo al fracaso les condiciona a diario y les hace sufrir una elevada carga de estrés precompetitiva. Esta tipología de deportista se puede beneficiar muchísimo del trabajo con un psicólogo deportivo. Adquirir herramientas para manejar estas situaciones darán calidad de vida y permitirán un mayor grado de disfrute de la actividad. De lo contrario, nos podemos encontrar con abandonos prematuros pese a ser corredores de primer nivel internacional.
A la par con el trabajo del psicólogo, es muy importante que el entrenador sea capaz de gestionar los entrenamientos y los datos derivados, de manera que el deportista pueda ver un progreso con valores de rendimiento objetivos, que le alejen de esa percepción que el año pasado estaba mejor, hace un mes estaba más fuerte o cualquiera de las sombras que nublen su mirada, su conducta y su entrenamiento.

En el otro extremo se sitúa ese deportista competitivo, que disfruta con un dorsal y que vive con pasión los retos deportivos que se plantea. En su cabeza no cabe el miedo al fracaso y a menudo toma riesgos en relación a intensidades demasiado elevadas o decisiones precipitadas.
Estos riesgos conducen a veces a situaciones no deseadas que si desembocan en aprendizajes y no se reproducen de nuevo, no hay problema. Sin embargo, si esto es una constante, merecería igualmente la pena una visita al psicólogo. De este modo, se podrían ajustar posibilidades, expectativas, valoraciones objetivas del estado físico, mejoras en la percepción de los rivales,… para poder alcanzar un buen resultado final en la competición.
Al igual que con el perfil anterior, el trabajo del entrenador sería totalmente complementario, siendo muy importante una planificación ajustada de la competición, con planes alternativos en previsión de las circunstancias habituales que se pueden dar en una determinada carrera.
Mediante este trabajo de anticipación seremos capaces de trazar unos posibles caminos a escoger que facilitarán en el deportista la toma de decisiones.

En la zona media se situarían los deportistas que viven las competiciones como retos pero que tienen cierto miedo al fracaso o bien los que, teniendo cierto miedo, el reto que afrontan lo supera en intensidad.
En el primer caso, la recomendación es intentar quitarle hierro al asunto. Al final estamos con el dorsal porque lo hemos decidido nosotros, no nos han apuntado con una pistola para inscribirnos en una competición. Focalizarse menos en el resultado y más en los aspectos que comprenden las competiciones es una buena opción. El viaje, la convivencia con los compañeros de club, la belleza del recorrido,… son los puntos en los que nos centraremos para rebajar la tensión del miedo al fracaso y disfrutar de la competición.
En el segundo caso, nos encontramos ante un perfil de deportista que afronta bien las competiciones y además es capaz de tomar decisiones en función de una valoración objetiva de los riesgos que conllevan. Sin duda alguna es un perfil óptimo.

Viendo lo expuesto, ¿serías capaz de definirte en un perfil?
En cualquier caso, seas del perfil que seas, seguir un plan de entrenamiento siempre ayuda a cualquier deportista a reducir el miedo al fracaso y ponerle en disposición de afrontar mejor el reto y por tanto, es una buena inversión a nivel mental.
Por otra parte, disponer de las herramientas de entrenamiento que permitan medir los datos de rendimiento y analizarlos posteriormente, también nos ayudarán, no sólo a ver el progreso, sino a gestionar las competiciones. Por ello, igualmente merece la pena la inversión.