Entre la lesión y la plena recuperación
La readaptación funcional
Lesiones leves, medias, graves o muy graves son algo inevitable con las que cualquier persona (deportista o no) debe lidiar en algún momento en su vida. Ya sean provocadas por un factor traumático puntual (como podría ser un accidente) o una causa crónica por el sobreuso, un uso inadecuado por un patrón de movimiento incorrecto o desequilibro, seguro que deberás un día u otro, sufrir esta indeseable situación.
Médicos generales, médicos especialistas, médicos cirujanos, fisioterapeutas,… son las profesiones que todos asociamos con una lesión y su recuperación posterior. Sin embargo, hay un espacio vacío que no sabríamos con qué figura ocupar en el período de tiempo entre que una persona recibe el alta y la reanudación de una actividad física regular y normal como la que se practicaba antes de susodicha lesión.
El rehabilitador o readaptador funcional
El médico es el primer profesional sanitario en que el lesionado debe confiar para su pronta recuperación. Éste receta una suerte de medicamentos, procedimientos y/o tratamientos con el objetivo de restaurar la capacidad funcional del individuo durante el proceso más agudo de recuperación.
Simultáneamente, integrado dentro del proceso de recuperación o bien superada esta fase, puede trabajar con el fisioterapeuta para que de forma compartida, desde sendos campos profesionales, trabajen en la recuperación de su «cliente». Obviamente, a medida que ese proceso de recuperación vaya avanzando, será el fisioterapeuta, el que cobrará mayor protagonismo dejando al médico un mero papel de controlador de la evolución para acabar de firmar el alta.
Al igual que el tiempo inicial compartido entre médico y fisioterapeuta, habría que compartir también un tiempo entre fisioterapeuta y preparador físico. Porque una cosa es haber recuperado de una (pongamos de ejemplo) operación para la reducción de subluxaciones de hombro y la otra es ponerse a nadar nuevamente para competir en un ironman.
Estamos muy acostumbrados a ver en el mundo del fútbol a lesionados de larga duración (Luis Suárez del FCBarcelona por ejemplo como el último caso más visible) en que primero los vemos salir en muletas de un hospital, después haciendo trabajos de recuperación con profesionales vestidos con batas blancas, a continuación trabajos individuales con un profesional vestido ya con ropa deportiva y finalmente su integración a los entrenamientos colectivos.
Pero no estamos acostumbrados (por falta de recursos probablemente) a ver a esa figura en personas «normales» o deportistas de actividades menos lucrativas que los grandes deportes del país. Y no por ello es menos necesario.
En el primer caso porque el lesionado casi recuperado, después del proceso de recuperación más intensivo, no sabe qué hacer. Y más incertidumbre cuanto más grave ha sido la lesión. Hasta ese momento sólo tenia que cumplir con las citas en el fisioterapeuta y hacer los «deberes» que le mandaban. Pero, ¿qué pasa cuando el tratamiento y los deberes se acaban? ¿Cómo volver a la normalidad de forma progresiva y sin riesgos?
Justamente, esta cuestión, el riesgo de recaída, es otra de las razones fundamentales por las que reivindicar esta figura y este papel tan importante. No en vano, lo que ha lesionado al deportista es su actividad y por tanto, justamente cuando vuelve a reencontrarse con el mecanismo de lesión es cuando más sólo está. ¿No suena extraño, incongruente y peligroso?
Finalmente, algunos dirán que los fisioterapeutas son los que deben hacer ese papel ya que tienen conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo y por tanto, los que deberán pautar ese retorno a la «normalidad». Si esto fuera cierto, ¿por qué no ya de paso se dedican a hacer la preparación física para todos los deportes que practican todos sus pacientes en vías de recuperación? Nuevamente… extraño, ¿no? Si ni yo mismo, me atrevería a pautar una preparación física para un deporte que fuera totalmente desconocido para mi pese a tener cierta capacidad para analizar requerimientos y demandas para prescribir un plan de mejora de las capacidades.
Por ello, el fisioterapeuta y el rehabilitador tienen que ir de la mano y compartir al deportista al igual que médico y fisioterapeuta lo han hecho unas semanas o meses antes. Es el turno del traspaso de competencias y se dilatará más o menos tiempo pero lo que está claro es que el gran beneficiado de estas interacciones entre profesionales es el deportista, que culmina el proceso de forma más rápida, segura y fácil de gestionar mentalmente.
Los vasos comunicantes, un ejemplo de readaptación
A falta de rehabilitadores funcionales realmente especializados en las actividades de resistencia y la poca popularidad de estos profesionales altamente especializados y de gran trascendencia en la salud del deportista, muy a menudo acabo siendo yo el que ayudo a algún fisioterapeuta a la reinserción de algún corredor, ciclista o triatleta después de tener alguna maldita tendinitis, fascitis o roturas de ligamentos y subluxaciones varias.
No es mi campo pero al menos puedo aportar mi granito de arena en esos procesos.
En este proceso, una de las cosas que veo y más me preocupa es lo poco que se cuida el factor mental. Y me refiero que para un deportista que antes de la lesión estaba entrenando 20 horas semanales, que le digan que salga a correr 10’ cada día y que vaya incrementando 5’ cada semana vendría a ser como hundirlo en la miseria un poco más pese a poder reanudar su actividad.
Probablemente, ese incremento pautado será ampliamente despreciado (pese al riesgo) e irá probando dónde está el límite (altamente desaconsejable).
Como esto es algo que puedo detectar habitualmente, intento reformular ese proceso de recuperación tan nimio hacia otras formas más satisfactorias mentalmente para el deportista y que además dan muy buenos frutos a nivel físico. Y lo hago con lo que yo lo he llamado el método de los vasos comunicantes.
Esta forma de recuperación es muy simple y se trata que el deportista haga entrenamientos con las disciplinas que sean menos traumáticas y no le generen ningún tipo de dolor o incertidumbre. A medida que el proceso avanza y el fisio quiere re-introducir la actividad real competitiva, en lugar de dedicar todo un día para hacer 10’ de carrera, lo mejor es reducir 10’ por ejemplo el entrenamiento de ciclismo que ha hecho previamente y le añade esos 10’ corriendo. Como estará un poco cansado, la tentación de alargar no será tan grande y por tanto, estaremos reduciendo riesgos. Por otra parte, mentalmente será mucho más fácil de gestionar.
A medida que el proceso avance, los vasos comunicantes permitirán ir reduciendo cada vez más el tiempo de ciclismo para añadirlo al tiempo de carrera hasta que el deportista ya pueda salir a correr sin limitaciones e integre el entrenamiento de ciclismo como un alternativa de entrenamiento cruzado.