Potenciómetro Stryd y métricas de rendimiento (III)
Efectividad de carrera
En el primer artículo de esta serie trataba del primer valor que nos permitía obtener el potenciómetro Stryd. Éste no era otro que obviamente la potencia. En el segundo tratamos la potencia media y la potencia relativa al peso corporal. En este tercero de la serie, toca hablar de conceptos más técnicos pero altamente útiles y poco estudiados hasta la actualidad. Empezamos con la efectividad de carrera.
Efectividad de carrera
Este parámetro es uno de los más interesantes que el dispositivo Stryd ofrece en relación a la técnica de carrera y cómo mejoramos nuestra efectividad.
La efectividad de carrera es la ratio entre la velocidad y la potencia. Se calcula mediante el cociente de la velocidad en metros/segundo por la potencia en vatios/kilogramo.
Dicho así suena complicado, muy complicado, pero el concepto es muy sencillo. Simplemente te indica a qué velocidad te permite correr 1 vatio/kg. Cuanta más velocidad puedas imprimir con ese vatio, mayor efectividad.
Pasando de nuevo a la metáfora en el campo de la automoción, vendría a ser a qué velocidad puede ir un coche por determinada potencia. No es lo mismo que seas un vehículo aerodinámico con neumáticos muy estrechos, que un todo terreno cuadrado con una gomas gigantes. El primero correrá más por la misma potencia, sin ninguna duda.
Por tanto, cuanto más grande sea el número, mejor técnica tendrá el atleta y esto le permitirá, a igualdad de umbral de potencia funcional y potencia relativa que otro atleta, un rendimiento superior a su homólogo pero con un índice inferior de efectividad de carrera.
Poder evaluar esta variable permite trabajar en otro frente a parte del ya habitual del entrenamiento, plenamente focalizado en la mejora del FTP. Y es el índice de efectividad. Si el FTP está ya en valores máximos y no tenemos ya demasiado margen, ¿por qué no miramos a ver cómo está el índice de efectividad a ver si detectamos ineficiencias y trabajamos en estas? Porque matarse a series está bien, pero trabajar la técnica es muy necesario y ambas cosas se pueden llegar a simultanear.
Lo que se puede medir, se puede mejorar y tal y como dice la sentencia, si podemos medir el grado de efectividad de un corredor, podemos introducir contenidos en el proceso de entrenamiento, que nos permitan mejorar el patrón de la carrera y aprovechar mejor esos vatios que todos llevamos dentro.
La forma como podemos trabajar estos aspectos se basan sobretodo en ejercicios de técnica, velocidad y fuerza específica. Por otra parte, hay que considerar que el valor de eficiencia no es algo constante y por ello, durante cualquier carrera o entrenamiento, a medida que la fatiga hace su acto de aparición, la efectividad decae. Por ello, son importantes los entrenamientos con fatiga previa inducida o entrenamientos largos. De este modo, uno adapta su cuerpo para que esas ineficacias retrasen su aparición.
Un ejemplo al respecto y jugando con los datos
Recuperando el ejemplo del primer artículo de la serie de la carrera trail de 30 km tendríamos los siguientes datos:
Para obtener el ratio de efectividad debemos transformar la velocidad media del entrenamiento (12,6 Km/h) a m/s. Mediante un factor de conversión tenemos que equivale a 3,5 m/s. Y esto dividirlo por la potencia relativa al peso (3,93 w/kg) lo que nos arroja un dato de 0,89.
Si jugamos con los datos y comparamos el nivel de efectividad de la primera mitad del entrenamiento respecto la segunda podemos observar datos muy interesantes respecto a la gestión del esfuerzo y la resistencia a la fatiga.
Sin lugar a dudas este corredor tiene un buen patrón de carrera puesto que ha sido capaz, no sólo de sostener la efectividad de carrera, sinó incrementarla en la segunda mitad del entrenamiento. Esto se debe sin ninguna duda a que todavía tenía margen para ir más rápido y arriesgar más en la gestión del esfuerzo.
Usando el dato de efectividad
Hay muchas formas de sacar partido a este parámetro como habéis podido comprobar en el ejemplo anterior. El primero y más importante es saber el estado actual en cuanto a nivel de efectividad de carrera y evaluar si es necesario entrenar este aspecto técnico mediante un bloque específico en algún momento de la temporada.
El segundo es ver cómo se va modificando este valor en función del trabajo prescrito para ver si es efectivo o no, continuar en esa línea o buscar otra alternativa. Esto además redunda positivamente en el deportista, que al ver cómo se incrementa, se motiva para continuar trabajando en ello plenamente consciente y comprometido.
El tercer escenario que nos abre este parámetro es el de la gestión de las competiciones en función del índice de fatiga. Saber si tenemos margen o no para forzar un poco más es muy útil para alcanzar nuestro máximo rendimiento.
Finalmente, me gustaría añadir que estamos ante un campo virgen que se abre ante nosotros. De nuestra capacidad intelectual y nuestras necesidades seremos capaces de exprimir todavía más el dispositivo para continuar mejorando el rendimiento de nuestros atletas, que es al final lo que nos importa. Por ello, registra, analiza y juega con los datos.
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